sábado, 4 de junio de 2016

Prometo que si me votas tendré un voto más

Amanece y el día orina sangre y avanza
con un aguijón en el vientre.
El día y yo nos parecemos.
Mojamos el sapo en el café,
desayunamos la fe del optimista
y la inercia del frustrado.
Tenemos lo que merecemos
cuando un gol vale más que cien ahogados.
Nos enseñaron a ser dóciles, dúctiles, maleables,
y crecimos sin juicio y con miedo.
Quienes han de velar por nosotros convierten
la idea en peligro,
lo distinto en rebelión,
la discrepancia en insurgencia,
las telas en banderas.
Nada frena mejor un derecho que una ley.
Tal vez las cosas no puedan cambiarse,
pero lo atroz, lo nauseabundo,
es que no queramos.
Al fin y al cabo el parado es otro,
el enfermo es otro,
el viejo es otro,
el desahuciado es otro,
el vago es otro,
el inútil es otro,
el incompetente es otro.
Nosotros nadie.
Nos miramos de reojo o por encima del hombro,
nos robamos la cartera en un descuido
y hemos lamido tanto laxante
que nos cagamos en los pantalones al primer grito.
Si quieres Venezuela ahórrame pagar tu billete
y baja a mi calle,
estudia en mi barraca,
entra en mi hospital.
Verás como la esperanza huye descalza
sobre cristales rotos.
A lo lejos, mientras tanto,
la tarde se ha desplomado sobre los edificios,
coagulan charcos de lágrimas en las azoteas
y el tiempo sigue, como nosotros,
ajeno e insensible
a todo dolor humano.

2 comentarios:

Ginebra Blonde dijo...

Qué crudo y duro… Un grito sin duda certero que mueve conciencias… Y mientras tanto, la desesperanza inunda cada esquina, las miradas silban apuntando para otro lado…y el tiempo inexorable, sigue su curso, enredado entre sangre, dolor y lágrimas…e impotencia, entre otros muchos…

Un placer visitarte, amigo…

Bsoss!!

Mª Carmen dijo...

Muy duro poema pero de una realidad aplastante. Te deseo que al menos el fín de semana sea agradable. Abrazos.